Defensores de la fe (respuesta a un artículo de Žižek) I

Introducción

¿Es la vida religiosa solo una vida que se propone ser meramente moral? ¿Es el cristiano un sujeto que se propone solamente ser un buen samaritano? ¿Podemos reducir la vida de la fe solo a cuestiones éticas y morales? Estas preguntas son simplemente disparadores para el siguiente desarrollo que haremos: la vida religiosa, la vida de la fe y el cristianismo no es solo una cuestión moral. Cuando se discute acerca del cristianismo entre los círculos cotidianos e incluso en debates filosóficos casi siempre se reduce la cuestión a un planteamiento moral. Un ateo argumenta: “yo decido hacer el bien por el mero hecho de hacer el bien y no por una recompensa divina”, como queriendo poner en jaque la vida cristiana. Este es uno de los argumentos que utiliza Žižek para llamar a reconocer al ateísmo como uno de los movimientos morales más elevados de nuestros tiempos y discúlpenme que lo resuma tan torpemente. De hecho, vamos a intentar echar luz sobre esta malinterpretación de la vida cristiana que Žižek pone de manifiesto en un artículo publicado en The New York Times el 12 de marzo de 2006, cuyo título original fue Defenders of the Faith. Desde su publicación hasta aquí han pasado algunos años, sin embargo, el pensamiento y los argumentos que presenta están aún vigentes. Espero mis limitaciones intelectuales no sean un impedimento para podes esclarecer algunos puntos  que considero son importantes tenerlos en claro, tanto para el ateo como para el creyente.

El artículo comienza poniendo de manifiesto que «se nos ha dicho que sin la religión no seríamos más que animales egocéntricos luchando por lo que nos corresponde, que nuestra única moral sería la de la manada de lobos», pero es mediante la presencia de la religión que la violencia hoy, según el filósofo y psicoanalista, se hace cada vez más presente quitándole, por consiguiente, el peso a lo que durante siglos se nos ha dicho respecto a la ausencia de la religión en la vida de los hombres. Luego, rápidamente, cita a Dostoievski cuando advierte que sin Dios todo está permitido para ilustrarnos, tras otras citas y tomar los hechos del 11 de septiembre del 2001, que es la cuestión es a la inversa: «si dios existe, todo, sea lo que sea, incluso el hacer saltar por los aires a miles de personas inocentes, está entonces permitido, al menos para aquellos que proclaman que actúan directamente en nombre de Dios». Dicho así, esto pone en evidencia que cualquier acto, por más espantoso que sea, está divinamente justificado por encima de cualquier cuestión humana. Es en este punto que Žižek dice que los fundamentalistas (religiosos, claro) están en el mismo lugar, sin distinción y discriminación, con los comunistas estalinistas y ateos.

Luego Slavoj nos resume una pequeña historia de una anciana que lleva dos vasijas, una con fuego y otra con agua y cuando se le pregunta el sentido de esto la anciana responde que una era para apagar las llamas del infierno y otra para incendiar el paraíso con el propósito de que nadie haga el bien buscando ganar el cielo como recompensa ni evite el mal por temor al infierno, sino que hagan el bien solamente por puro amor a Dios. Žižek remata diciendo que esta valorable «actitud ética verdaderamente cristiana» está presente y se mantiene viva «principalmente en el ateísmo». Y es acá donde malinterpreta la verdadera vida religiosa (detallaremos esto más adelante) o la vida de fe de los creyentes. En primer lugar, porque menciona al cristianismo y a los fundamentalistas (entiendo que a los del Islam), pero no deja en claro cuál es la actitud moral religiosa a la que se refiere particularmente, como si el Islam fundamentalista fuese lo mismo que el cristianismo protestante o católico, por ejemplo, sobre todo en los años que corren. Entiendo, que se refiere a esta actitud del creyente de hacer el bien solo como recompensa para ganarse el paraíso. De hecho, él hace esta distinción: los creyentes[1] hacen solo buenas acciones para «obtener la salvación» y los ateos «las hacen simplemente porque eso es lo que hay que hacer». Qué provocador suena ese simplemente. Bueno, llegados a este punto todo comienza a girar en torno a cuestiones morales donde el ateísmo, según nuestro querido Žižek, es el perfecto modelo de la profunda experiencia elemental de la moralidad; es decir, realizar una acción moral, esto es, hacer el bien, porque dicha acción tiene en sí misma la recompensa. Hacer el bien es la recompensa. Luego, para respaldar sus ideas, toma palabras de David Hume: «la única forma de demostrar un auténtico respeto por Dios era actuar moralmente sin tener en cuenta la existencia del mismo». Este es el segundo punto en el que falla nuestro filósofo, y tantos otros. Žižek nos aclara que Hume era creyente, para hacer esta mención irónica de que un hombre, digamos, de fe fue quien escribió lo citado y no cualquier ateo. Pero esto no le significa nada a Dios ni al creyente que lee atentamente la Palabra.

La salvación, la ley y la gracia[2]

Como hemos mencionado, el articulo pone todo el énfasis en la actitud moral de los creyentes (sean cristianos, fundamentalistas, musulmanes, hindúes, etc.) como si de eso se tratase verdaderamente la vida de la fe. ¡Qué rápido puede caer uno a un pozo cuando no conoce el terreno sobre el que sus pies andan! El primer error de Žižek es pensar que todo creyente realiza una buena acción y tiene una actitud moral por temor a caer al fuego del infierno y para ganar su salvación. Žižek, ¿acaso tú ves a través de los corazones y los escudriñas tan profundamente para estar seguro de que es así? Y acaso, ¿los ateos, que tan humildemente tú pones en los estándares elevados de las actitudes morales por encima de cualquier creyente, no pueden realizar buenas acciones buscando otro tipo de salvación u otro tipo de paraíso? ¿Cómo sabes que sus acciones morales son tan desinteresadas de salvación o recompensa más allá del bien en sí mismo? Y, además, ¿qué es para el filósofo una buena acción? Jamás nos aclara qué es o no es una buena acción. Se me dirá: ¿es necesario aclarar qué es el bien y qué es el mal? Sí, en estas discusiones es necesario entender qué se toma por bueno y qué por malo, qué es, en definitiva, una buena acción o actitud ética.

La vida de la fe no es simplemente congregarse en tal o cual iglesia o pertenecer a tal o cual religión, es mucho más complejo y profundo que eso. Aclaremos este punto con lo siguiente, en cuestiones político-partidarias, podemos señalar quién pertenece a los explotados y quién a los explotadores (aunque aquí tampoco es tan sencilla la cosa). Por ejemplo, luego de ver la vida de alguien que se proclama socialista pero vive como un completo burgués y hasta es explotador de quienes son sus empleados, aunque él mismo se diga socialista ¿podríamos llamarlo socialista? ¡Claro que no! No es consecuente ni coherente su ideología con su comportamiento, en ningún sentido. Lo mismo sucede con la religión, no todo aquél que se llame cristiano significa que viva una vida verdaderamente cristiana. No soy yo quién para juzgar cosa semejante, pero hay que mencionarlo. De hecho, ¿cómo surge el protestantismo en Alemania?, porque había quienes buscaban intereses para nada alineados a los intereses de Dios para con Su creación. ¡Esta fue la lucha de Lutero!, quién buscó llamar al pueblo a los pies de Cristo y no a los de una gran empresa que los mantenía lejos de las verdades divinas. Es necesario hacer esta pequeña salvedad. Y para nada es hacer la de Pilatos y decir: “ah, el creyente que hace tal o cual cosa, si mancha la imagen de la religión o la iglesia, no es un verdadero creyente”. Para nada, en absoluto, pero es necesario tomar con pinzas y no apresurarse a señalar la actitud moral de los creyentes y reducirlas al modo en que se las redujo para enaltecer la buena fe de los ateos. ¿Es necesario decir que hay ateos que bajo ninguna circunstancia realizan buenas acciones? No, no es necesario como del mismo modo, parece, no fue necesario mencionar que hay verdaderos creyentes que han actuado fielmente a la Palabra de Dios no para ganarse el cielo sino por el mero hecho de servir a su Señor. Aquí van apareciendo palabras que aquel está lejos de lo que es la vida religiosa quizá desconozca el sentido en que se aplican, pero poco a poco se irán explicando si es necesario.

Adelantamos: la vida religiosa es más que una vida moral, la vida del creyente es más que una vida de buenas acciones, la vida de la fe es más que realizar obras de bien. Todo esto es parte de una porción de lo maravilloso de ser llamado hijo de Dios, pero ¡no es todo!

Žižek piensa que el creyente que realiza buenas acciones lo hace para «obtener la salvación» y nada más lejos de la realidad, bueno, quizá haya creyentes que piensan que pueden ganarse el cielo por realizar buenas acciones, pero así no funciona. Sobre este punto, el de «obtener la salvación mediante las buenas acciones», citaremos a Pablo que en la Epístola a los Efesios escribió «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe (…); no por obras, para que nadie se gloríe» (Ef. 2:8-9). La salvación no depende de nosotros pues no podemos, mediante nuestra voluntad o nuestras obras (que son, evidentemente, inútiles), ser salvos; es por creer que Jesús se levantó de los muertos, tras ser crucificado, al tercer día para salvación de aquellos que creen en su nombre y lo invocan. Tal y como escribe Pablo en la carta a los Romanos: «si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo» (Rom. 10:9). En ningún momento, y esto Pablo lo discute muy bien, se nos dice que es por las buenas acciones que se consigue la salvación. ¡De qué serviría el sacrificio del Hijo de Dios en la cruz del calvario si pudiésemos acceder al paraíso u obtener salvación mediante buenas acciones! ¡Las buenas acciones son para los hombres pero no para Dios! Aclaremos este punto antes de generar confusión: en ningún sentido se está diciendo que las buenas acciones son innecesarias, por eso es que decimos que son para los hombres, para que entre ellos las relaciones sean en paz y de bien, pero eso no significa nada en términos de salvación.

Si la salvación es un tema que le preocupa a Žižek tanto como a los cristianos podemos hablar de ello. Como dijimos, citando a Pablo, las buenas obras no son justificación o medio para alcanzar la salvación y el paraíso, en absoluto. Además, ¿quién puede hacer, entre nosotros los mortales, completamente el bien y jamás hacer ni pensar el mal? Nadie, salvo aquél que fue Dios hecho hombre para salvación de nosotros pues no pudimos ni podemos, desde Adán hasta hoy, alcanzar la salvación mediante el cumplimiento de la ley de Dios (e incluso muchos no pueden ni cumplir la de los hombres), por eso Pablo escribió, poniendo en manifiesto nuestra naturaleza corrompida y pecaminosa: «Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago» (Rom. 7:19). ¿Cómo es posible que queriendo hacer el bien entonces hagamos su contrario?, es que los asuntos morales jamás fueron tan sencillos. Hay fuerzas que aún no comprendemos, pero no nos pongamos metafísicos. ¿Será tan sencillo como «simplemente hacer el bien porque eso es lo que hay que hacer»? Deber, voluntad y hacer. Eso es para los robots, los que son programados para «hacer lo que hay que hacer», independiente de todo. Y esto, que quede claro, no es en ningún sentido un justificativo para el mal ni las malas obras (ni la más pequeña, como mentirle a un amigo, ni la más espantosa que alguien pueda imaginar o, peor aún, hacer ya sea en nombre de tal o cual dios o por lo que sea).

Hacer lo que hay que hacer según lo que cada quién entienda para sí el bien es caer en lo que el mismo Žižek menciona sobre que «si dios existe todo está permitido», porque no hay un encuadre que delimite qué es una acción o actitud ética ni el sentido de la misma más allá de la recompensa que dicha realización trae consigo. El imperativo categórico de Kant cayó en esto, porque ¿cómo podemos universalizar un bien si cada cultura y cada tiempo, por ejemplo, entiende de diferente manera la moral? Igual que la ética de Aristóteles, en la que una acción es buena si conduce al hombre a la (en realidad a su) felicidad. Todo está abierto al propio entendimiento de cada quién sobre las cosas. ¡Esto es el paramísismo de nuestros tiempos!

Llegados a este punto la sentencia correcta sería la siguiente: «si el hombre existe, todo está permitido», por eso hay condenación desde la caída hasta hoy; por eso hay ley, por eso hay juicio (entiéndase esto en términos divinos y en nuestros términos humanos). Y de hecho, el hombre desde que es hombre (perdóneseme que utilice el término hombre como universal) ha hecho de todo, ha vivido como si no hubiese Dios y como si no hubiese un prójimo que es afectado por nuestro pecado tanto como nosotros, y cuando digo pecado hablo de todo daño al diseño original de Dios[3].  

Volvamos al punto de la salvación. Nadie, por más actos buenos y bellamente morales, puede acceder al cielo, porque no se trata de las buenas obras. El paraíso no es una recompensa para los que hacen el bien, porque como dice el salmo «todos se desviaron, a una se han corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay siquiera uno» (Sal. 14:3). El paraíso es para aquellos que han entendido que es la gracia misma de Dios lo único que puede acercarnos a Él y no nuestras acciones morales y buenas, pues de ser solo así no necesitaríamos ni de la cruz ni de la gracia, sino de buenos y hombres justos, que dicho sea de paso, no hay ni uno. Esta idea de que el paraíso es para los buenos y el infierno es para los malos es una idea muy errónea, seguramente ligada a este discurso moral que tanto empapa a las civilizaciones. En otras palabras, unas que se acerquen un poco a la verdad puesta en la Biblia, podríamos decir que el paraíso es para ninguno y el infierno es para todos. No voy a escribir en términos de condenación porque sería tan errado como el mensaje simplista del cielo es para buenos y el infierno es para malos. Pero dichas palabras hay que acompañarlas con el sentido de las Buenas Nuevas de Cristo, porque «ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» (Rom. 8:1).

Vemos, resumidamente, que la salvación no es por obras ni por voluntad sino por gracia de Dios, entonces todo acto jactancioso respecto a actitudes morales queda reducido a nada en términos de salvación de almas, aunque, claro está, en la tierra es bueno vivir con gente que busque hacer el bien (sean creyentes, sean ateos, agnósticos, teístas, etc.) sea lo que sea que signifique para Žižek hacer el bien. Pero no es bueno confundir los términos pues distorsiona y trastorna a favor de cada quien las cosas. La ética y la actitud moral no significan salvación sino solo ética y actitud moral. Una «actitud verdaderamente cristiana» bajo estos términos sería la de morir a uno mismo para que Cristo viva en nosotros (Gál. 2:20) buscando salvación en su nombre porque en ningún otro hay salvación (Hec. 4:12) y creer, como expresa Lutero: «que es misericordioso aquel que salva a muy pocos y condena a tantos; creer que es justo aquel cuya voluntad nos hace necesariamente condenables»[4].

Entonces esta discusión entre ateos y creyentes para ver quien hace el mejor bien y quien es más merecedor de alabanza por sus buenas obras, si el que las hace porque es lo que hay que hacer o el que las hacer porque así cree que ganará un boleto al paraíso, no tiene sentido darla bajo estas interpretaciones tan erradas sobre la vida de la fe. Dicho sea de paso, si el ateo cree que es más justo que el creyente por “hacer el bien desinteresadamente” está perfecto, pero es un sesgo argumentar jactanciosamente sobre el bien hecho desinteresadamente en contraste con el supuesto accionar creyente porque la «actitud verdaderamente cristiana» no tiene nada que ver con lo señalado por Žižek, como hemos intentado manifestar.

Nos toca entonces hablar de la ley. Quién es sentenciado como culpable es condenado mediante una ley que fue quebrantada, corrompida, no cumplida; si hay una deuda que pagar, como la que Cristo pagó, es porque alguien debía algo. Debemos decir que la ley, aquí, tiene al menos dos sentidos a destacar: 1) la ley está hecha para cumplirse; 2) la ley pone de manifiesto de que no somos capaces por propia voluntad de «hacer simplemente lo que hay que hacer», necesitamos de una fuerza reguladora de nuestras propias, si se quiere, pulsiones.

La naturaleza que nos domina es la misma que constituyó nuestro destierro del paraíso, es lo que denominamos, según el cristianismo, naturaleza pecaminosa. Pablo también habla de esto y por sus cartas entendemos que la ley está hecha para cumplirse pero es imposible cumplirla porque ya estamos condenados a causa del pecado que mora en nosotros y nos aleja de Dios, por eso mismo Jesús fue enviado a cumplir la ley por nosotros (él fue justo) y al mismo tiempo fue condenado (como justo) para pagar por nuestro incumplimiento de la ley, es decir, pagó por los injustos. Mediante Su sacrificio[5] la deuda que la humanidad tenía fue saldada, por eso en la cruz, al morir, Jesús dijo «consumado es»[6]. Respecto a los 2 sentidos de la ley diremos que la ley fue hecha para poner en evidencia el pecado, tal como una luz se enciende en medio de la oscuridad para iluminar aquellas cosas que estaban a oscuras. Pero aquello que se incumple debe tener su consecuencia: el castigo. Sin embargo, Dios en su inmenso amor resolvió salvarnos mediante su gracia, castigando a aquel que fue justo y que no incumplió la ley y este fue su hijo unigénito entregado para salvación de aquellos que en él creyeran, la Palabra dice: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquél que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Jn 3:16). Este es el acto de fe creen en que el hijo de Dios vino a recibir el castigo, que nosotros merecíamos, para nuestra salvación eterna. No es por obras que somos justificados, sino por fe: «Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la de a esta gracia (…)» (Rom. 5:1-2).

Con lo dicho hasta aquí hemos intentado despejar ciertas interpretaciones erradas sobre actitudes morales del creyente (enfatizando, claro está, en el cristianismo) y desviaciones respecto a dicha moralidad y la salvación. El señalamiento de Žižek nos ha hecho reflexionar sobre la gracia para concluir que una vida de buenas acciones y por más virtuosa que sea no significa nada, en cuanto a salvación, sin la gracia. En todo caso, seremos buenos y nuestros prójimos estarán agradecidos por eso, pero no seremos salvos por ello, pues la salvación solo se obtiene por gracia. Claro que hay valores cristianos que son fundamentales, pero los valores sin la gracia son solo dogmas, formas y estilos, pero resuenan vacíos sin el mensaje central de la gracia que es el pilar por el cual el cristianismo se sostiene. Por eso, repetimos para que no haya dudas: para obtener la salvación no bastan las obras por más buenas que sean, ¡es por la gracia de Dios!

En una próxima publicación hablaremos más en profundidad respecto a la vida moral del creyente: Sobre qué está fundamentada (ampliaremos algunas cuestiones presentadas hasta aquí), para qué llevar una vida moral siendo creyente, qué relación hay entre la moralidad y la fe, entre otras cuestiones.


NOTAS:
[1] Fundamentalistas les llama, pero anteriormente habló de “actitudes cristianas” y párrafos atrás mencionó a los hindúes y el comienzo de su artículo mencionó a la “religión”, así en general. Pareciera que para Slavoj Žižek todo es prácticamente lo mismo. 

[2] Todas las citas bíblicas presentes en el Desarrollo son de la Reina-Valera revisión 1960.

[3] Daño que es redimido mediante el acto de Jesús en la cruz siguiendo las verdades del Evangelio.

[4] Lutero, M. (2020). La soberanía de Dios. En La esclavitud de la voluntad (Ed.). Clásicos de la fe: Obras de Martín Lutero (pp. 83). B&H Publishing Group.

[5] Palabra que proviene del latín: “sacro” y “facere”, esto es, “hacer sagradas las cosas”.

[6] Esta palabra en el NT está escrita en griego: tetelestai (τετέλεσται) y se utilizaba en situaciones tales como el pago de una deuda.

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