El lenguaje de los árboles y la atomización de lo humano

 En un artículo publicado en National Geographic, que hace a su vez referencia a un estudio publicado en Nature Ecology & Evolution, se nos habla sobre una red de comunicación entre los árboles que es imperceptible, claramente, para el oído humano, pues se da esta comunicación por medio de las raíces de múltiples plantas y árboles. Lo asombroso es que no es necesario que sean de la misma especie para lograr establecer esta comunicación natural. Leemos en el artículo que «esta red de comunicación sutil se le conoce como ‘Wood Wide Web’, que hace alusión al World Wide Web: la denominación que usamos los humanos para el internet». Todo este “lenguaje” surge por una red de micorrizas (simbiosis entre un hongo y las raíces de una planta) que conecta diferentes raíces de árboles y plantas de múltiples especies debajo de nosotros. Al final del artículo se nos advierte que este tipo de red de comunicación (Wood Wide Web) existe, pero que el “lenguaje” de los árboles no puede explicarse mediante un solo fenómeno y que todavía sigue siendo objeto de estudio. Este artículo, fascinante en su tema, es una excusa para hablar hoy aquí de otro asunto: la comunicación y conexión humana.

No vamos a escribir sobre cuestiones lingüísticas o semióticas, ni hablar del lenguaje que tras largos años hemos problematizado y seguimos problematizando. Quizá este escrito sea un tanto torpe en ese sentido. No interesa hablar, al menos por hoy, sobre, por ejemplo, Saussure o Peirce.

Tras leer el artículo y mirar los pocos árboles cercanos que hay por aquí he pensado en cómo estos por largos siglos han resistido avances tecnológicos impresionantes, pavimentaciones, ciudades, heladas, sequías, terremotos, etc. Y saber que entre ellos, independientemente de la especie, hay una red de comunicación que los conecta me ha hecho, por lo menos, emocionar. Y me pregunté: ¿qué es lo que conecta a la humanidad?

A veces estoy en el colectivo y miro a mi alrededor, estamos todos ahí, todos apretados. Es tan extraño. Los rostros se vuelven extraños, es una mirada de nada, una mueca fija, inmutable. Todos con auriculares y con la vista clavada en los Smartphones. ¿Qué nos conecta? Estamos buscando sumergirnos en el océano de la vida mediante las redes sociales. Redes que atrapan nuestra atención con sus contenidos estrictamente pensados para mantenernos ahí, para desear eso antes que ver un árbol, o ver el rostro de quién se sienta delante nuestro. No solo nos quitan nuestra atención, sino el tiempo. Pasamos gran parte de nuestro tiempo scrolleando y hablando con gente a través de las múltiples aplicaciones que tenemos a nuestra disposición. Conocemos a la gente mediante caracteres, filtros y memes. La sensación de «sentirse parte de algo» cada vez es menos frecuente.

Estamos atravesando tiempos de una atomización de lo humano, esto es, vivir lo humano es una constante individualización. Como si la hiperconexión cultural que nos regala la globalización y las tecnologías sociales nos desconectasen profundamente, caemos en la ilusión de conexión. Y claro, todo el lenguaje amerita a pensarnos como «conectados»: nos conectamos a redes de Wi-Fi, nos conectamos por vía Bluetooth a varios dispositivos, estamos conectados por una cuenta de usuario a Instagram, Twitter (ahora X), TikTok, y demás. ¿Cómo podríamos sospechar que quizá toda esta hiperconexión no es más que una mera ilusión de nuestros tiempos? Una suerte de disonancia cognitiva.

Lo oscuro, por decirlo de alguna manera un tanto dramática, surge cuando nos preguntamos si todo esto obedece a una mera casualidad de las cosas o detrás de toda esta nueva antropología que vamos tejiendo hay un ordenamiento, una causa pensada, unos intereses puestos en juego. ¿A quién le serviría que las personas estén desconectadas unas de otras? ¿A quién le serviría que las gentes crean que verdaderamente están conectados los unos con los otros? ¿Qué provecho se le puede sacar a esta ilusión si es que lo es?

Pienso en que no hay nada más tiste que creerse rodeado de amigos y al momento de necesitar uno darse cuenta que verdaderamente no se tuvo nunca un amigo. Creo que esto es lo que en algún momento cierta gente se dará cuenta, y no me refiero a la amistad, sino a esta revelación: darse cuenta de que aquello que se creía era falso, que era no más que un espejismo tomado como cierto. En este sentido, es necesario pensar lo humano nuevamente porque no logramos darnos cuenta de que estamos tejiendo lo humano y tomamos como cierto este funcionamiento de las cosas sin medir las consecuencias sociales, psicológicas y por qué no, antropológicas del asunto. Discúlpenme que hable tan misterioso sin detallar puntualmente algunas cuestiones, por ejemplo sin detenerme a describir a qué me refiero con «este funcionamiento de las cosas», quizá sea tema para explicar en otra publicación. Por el momento solo limito mi teclear a exponer estas cuestiones un tanto brutas y dispersas.

Volviendo a nuestra reflexión. ¿Solo se trata de redes sociales y avances tecnológicos? Por supuesto que no. La política, la educación, las cuestiones cívicas y la cultura en general está dentro de todo esto. Nada está completamente aislado, todo, si lo analizamos bien, está «conectado». Sí, irónicamente fue inevitable utilizar esa palabra. Quiero referirme a que -y abro aquí otro tema a pensar para otra publicación pero lo traigo a colación- nada puede pensarse como causas que no produzcan un efecto en algo y a su vez una causa y así. Una vez alguien me dijo que «nada de lo que leamos compete a la realidad, los textos son los textos y el mundo es el mundo», haciendo referencia a esta cosa de aislar una de otra como si no tuviesen relación entre sí o no fuesen ambas productoras de sí mismas o por lo menos dos cuestiones que tienen una relación íntima. Los textos, en algún punto, son creadores de realidades. No es casual que en ciertas dictaduras se haya buscado quemar y destruir determinado tipo de textos. Digo esto como para dar una breve respuesta a lo que me dijeron y acentuar lo que está sucediendo con nuestra hiperconexión: las nuevas formas de relacionarnos con el mundo y los otros no se limita simplemente a las pantallas sino que ya ha moldeado toda nuestra cultura y nuestra forma de comprender, incluso, lo humano. Estamos en presencia de esta atomización de lo humano, de esta des-subjetivación, es decir, de la creación de individuos desconectados unos de otros, ya no sujetos sino individuos. Entonces, ¿cómo recuperamos una verdadera conexión y una profunda comunicación unos con otros? ¿Qué podemos hacer para desaislarnos?


- Fischer, A. (2023). Descubren que los árboles «hablan entre sí» en la profundidad de los bosques a través de una red subterránea. National Geographic. https://www.ngenespanol.com/ciencia/cual-es-el-lenguaje-de-los-arboles/  

Comentarios

  1. Haciendo referencia a la primera parte, me parece maravilloso, es más siempre lo creí que debían conectarse de alguna manera y que lo estén confirmando es algo que alegra mi alma, que tengan su propio lenguaje. Los árboles siempre me parecieron muy interesantes y además de hermosos.
    Luego con respecto a las redes y a estar conectados sin estar en verdad conectado a nada, creo que es el objetivo principal te hacen vivir una ilusión, te inhiben de tus sentidos, te hacen poco empatico, seres cada vez más narcisistas que solo se preocupan para consumir (sistema capitalista), viven un una ilusión y es sumamente triste 😥 supongo que lo que se puede hacer es dejar de usar el celular y énfatizar más en las conexiones reales.

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